EXPERTOS EN HUMANIDAD
ESTILOS DE VIDA
Actualmente se habla con frecuencia de estilo de vida, expresión que está muy relacionada con la identidad personal y que refleja cómo entendemos el mundo que nos rodea. El estilo de vida es una manera de afrontar la realidad que se manifiesta en las convicciones, los valores, los modos de ver y hacer las cosas y, en definitiva, de vivirlas. Es una opción de vida, no siempre consciente, que nos lleva a ser, a presentarnos y relacionarnos con los demás de un modo determinado.
Las personas crean estilos de vida que afectan a los hogares y a la familia. La familia es un microcosmos de la sociedad. Por tanto, para contribuir positivamente a la mejora de la sociedad tenemos que ir al núcleo, esto es, centrarnos en la persona Con este presupuesto proponemos el tema del 2010, “Expertos en Humanidad, con el objetivo de investigar qué es el ser humano, cuáles son sus nececesidades y descubrir cómo se puede llegar a ser un “experto en humanidad”. Además ¨nos formamos como seres humanos también a través de los más pequeños detalles que acontecen a nuestro alrededor: del saludo, del modo de decorar la casa, de ir vestidas, de lo que pudiera parecer más lejano a un discurso teórico. Cada uno forma y proyecta su estilo de vida en primer lugar en la familia en cuanto que es el lugar que se convierte en foco de cultura.
Bajo este eje antropológico se presentan dos ideas generales que permitirán desarrollar los proyectos, teniendo como base que los parámetros para evaluar la calidad del servicio debe hacer referencia al modo en que enriquecen el desarrollo de las personas y no el simple rendimiento económico:
a. Servicio. Los trabajos que repercuten directamente en la persona, generan un estilo de vida más humano tanto para quienes los realizan como para quienes se benefician de ellos y contribuyen a crear una cultura de servicio en la sociedad.
El trabajo es una dimensión esencial en la vida de toda persona que le conduce a la construcción de una cultura verdaderamente humana. Tomando palabras de Juan Pablo II, se puede decir que “el trabajo es un bien –es un bien de su humanidad-, porque mediante el trabajo, el hombre no sólo transforma la naturaleza, adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre.
Así se descubre con profundidad la grandeza inconmensurable del trabajo verdaderamente humano; “la santificación del trabajo de cada día: el milagro de convertir la prosa diaria en endecasílabos, en verso heroico, por el amor que ponéis en vuestra ocupación habitual. Ahí os espera Dios, de tal manera que seáis almas con sentido de responsabilidad, con afán apostólico, con competencia profesional.
“Quien trabaja en el hogar ha de desarrollar unas condiciones humanas muy determinadas —destreza manual, experiencia y técnicas—; unas virtudes muy concretas, como el espíritu de servicio, la generosidad, la humildad; y, sobre todo, una especial capacidad de observación para descubrir las necesidades de cada uno. Vivir y trabajar con esta actitud, genera el estilo de vida que humaniza a la persona misma que trabaja y a quienes atiende.
El trabajo manual al servicio de la vida cotidiana tiene valor científico, artístico y solidario, que lo convierte en paradigma privilegiado del trabajo humano. Un trabajo que busca devolver al hombre su humanidad No cabe duda de que el hogar es el lugar donde mejor se encuentra la persona en toda su integridad, es allí donde descubre y recibe la calidez de los servicios personalizados que necesita para desarrollarse humanamente. Es en definitiva la base donde se forja una sociedad experta en humanidad.
b. Profesionalidad. Los parámetros para evaluar la calidad de un servicio deben hacer referencia al modo en que contribuyen al desarrollo integral de las personas.
El valor de un trabajo adquiere peso en la medida en que favorece el desarrollo integral del ser humano, y como el cuidado del hogar repercute directamente en este proceso, la preparación profesional que exige, implica un especial esmero y seriedad. La prestación profesional de este servicio entrañablemente humano, garantiza el verdadero progreso de una cultura experta en humanidad.
El trabajo del hogar bien realizado, con profesionalidad, que sabe combinar ciencia, arte y técnica, transforma la casa en ambiente de hogar, donde el hombre se reconoce a sí mismo como persona y lo hace capaz de asumir un estilo de vida indispensable para que la familia pueda vivir bien.
Con razón afirma Crawford la necesidad de “honrar públicamente a quien adquiere reales conocimientos manuales, de los que todos nosotros dependemos cada día. Y por eso mismo se puede afirmar que a mayor profesionalidad, mayor humanidad. Mejorar el desempeño profesional del trabajo y fomentar la ilusión por el cuidado de la casa implica poner más empeño en una formación, en la que el estudio de nuevos conocimientos teóricos se une al ejercicio de nuevas actividades prácticas, pues el conocimiento teórico se sustenta en la propia experiencia práctica del mismo modo que una gran eficacia práctica tiene su fundamento en teorías seguras y bien asimiladas.
Es necesario involucrar todas las capacidades intelectuales, volitivas y afectivas para realizar las actividades cotidianas con humanidad. Esto exige detenerse a considerar cómo mejorar cada servicio de acuerdo con las necesidades de las personas y las circunstancias concretas de cada momento porque el verdadero profesional del hogar valora a la persona.
Por eso, como lema para el trabajo, San Josemaría Escrivá indicaba éste: ¨para realizar las cosas, hay que saber terminarlas. No creo en la rectitud de intención de quien no se esfuerza en lograr la competencia necesaria, con el fin de cumplir debidamente las tareas que tiene encomendadas. No basta querer hacer el bien, sino que hay que saber hacerlo. Y, si realmente queremos, ese deseo se traducirá en el empeño por poner los medios adecuados para dejar las cosas acabadas, con humana perfección.
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